La consolidación de nuevas inversiones en almacenamiento frigorífico y los avances en infraestructura portuaria están fortaleciendo la cadena de frío en Chile, un eslabón clave para sostener el crecimiento de las exportaciones de alimentos y responder a las exigencias de los principales mercados internacionales.

Chile ya juega en ligas mayores de producción y exportación de alimentos, con liderazgo en fruta fresca, una presencia consolidada en productos congelados, una acuicultura relevante a nivel mundial y una oferta creciente de alimentos procesados.
Ese portafolio diverso descansa en una columna vertebral común: una cadena de frío confiable y escalable, capaz de preservar la condición del producto a lo largo de toda la cadena logística y cumplir con los estándares que exigen los principales mercados internacionales.
En los últimos años, el país ha comenzado a reforzar esa columna vertebral. En 2024 se inauguró en Talcahuano uno de los mayores almacenes de congelados de Chile, con una capacidad cercana a 37.000 pallets y alrededor de 294.000 m³, según Emergent Cold LatAm y el Diario Frutícola.
Este tipo de proyectos se suma a la mejora de la infraestructura portuaria: Puerto Coronel, por ejemplo, se consolidó como el terminal de contenedores con mejor desempeño del país, según el índice Container Port Performance Index (CPPI) 2024 elaborado por el Banco Mundial y S&P Global Market Intelligence. Ambos hitos apuntan en la misma dirección: una logística de frío que deja de ser sólo un soporte y pasa a ser un factor competitivo.
Al mismo tiempo, la estructura productiva chilena ofrece una base sólida para pensar en más y mejor infraestructura de frío. El país combina ventanas contraestación, altos estándares sanitarios y una canasta agroalimentaria diversificada, lo que lo posiciona como proveedor confiable de fruta fresca y procesada, berries, productos del mar y otras categorías que dependen fuertemente de una cadena de frío robusta.
Fruta, cerezas y el formato congelado
La producción creciente de cereza en los últimos años es un buen ejemplo de cómo la cadena de frío se cruza con las oportunidades de inversión.
De acuerdo con análisis recientes de ODEPA, en la temporada 2024/25 los envíos de cerezas frescas se situaron en torno a 625 mil toneladas y en valores cercanos a los US$2.850 millones FOB, consolidando a esta especie como el principal producto frutícola de exportación del país.
Son volúmenes que se concentran en un periodo relativamente breve y que exigen infraestructura de pre-frío, cámaras y logística de exportación de alta precisión.
Al inicio de la temporada, el puente aéreo sigue siendo clave para capturar las mejores ventanas comerciales en Asia, especialmente en torno al Año Nuevo Chino. Diversas aerolíneas han reforzado sus operaciones para movilizar cerezas en pocas semanas, lo que exige una cadena de frío muy precisa desde los valles productores hasta el aeropuerto y el destino final.
Pero la historia no termina en el producto fresco. A nivel global, el mercado de frutas congeladas viene creciendo de forma sostenida, por ejemplo, ResearchAndMarkets estima un crecimiento cercano al 6,6% anual para el mercado mundial de frutas congeladas hacia 2030. Estas frutas se utilizan cada vez más como ingredientes para bebidas, yogures, panadería, repostería y snacks saludables.
En paralelo, Chile ya cuenta con una base exportadora relevante en berries y fruta para industria que se destina a congelado, tales como arándanos, frutillas, frambuesas, entre otros, además de la propia cereza. Todo esto refuerza la idea de que el formato IQF/congelado no es sólo un “plan B”, sino una alternativa concreta para capturar valor cuando la ventana del fresco se estrecha o cuando se concentran mayores volúmenes de cosecha en un periodo acotado.
La decisión ya no es únicamente “vender fresco o no vender”, sino diseñar infraestructura que permita combinar fresco e IQF según las condiciones de mercado y las necesidades de cada destino: mantener fruta de alta calidad para mercados premium, derivar parte de la producción a congelado cuando así lo exijan los precios o la logística, o atender nuevas aplicaciones industriales donde la estabilidad de suministro es clave.
Dónde invertir en cadena de frío en Chile
En el centro–sur del país, especialmente en O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío, se concentra buena parte de la producción frutícola de exportación. Allí también se han identificado momentos de mayor presión sobre la capacidad de pre-frío, cámaras de conservación y equipamiento de atmósfera controlada.
El resultado es conocido por los actores del sector: en ciertos periodos de cosecha, la infraestructura existente se tensiona y la logística debe operar al límite para evitar mermas y pérdida de calidad.
Esa realidad abre espacio para centros integrados de postcosecha que reúnan, en un mismo nodo, recepción, pre-enfriado, clasificación, cámaras de conservación y, en algunos casos, líneas de IQF/blast y servicios de valor agregado (reembalaje, etiquetado, preparación de pedidos por cliente final).
El valor no está sólo en sumar metros cúbicos de frío, sino en generar puntos de operación donde se pueda tomar decisiones estratégicas con mayor flexibilidad: extender la vida útil de la fruta fresca, destinarla a congelado o dirigirla a industria, según precios, ventanas logísticas y acuerdos comerciales.
En la franja costera del centro–sur, los hubs de última milla portuaria (patios reefer, zonas de consolidación, esquemas de cross-dock —transbordo directo— y sistemas de monitoreo) cumplen un rol clave de conexión entre la estacionalidad de la producción y las salidas marítimas. R
educir las horas entre la salida desde planta y la carga efectiva al buque en semanas de mayor demanda puede marcar la diferencia entre cumplir una ventana de llegada o asumir descuentos por calidad. Cuando eso no es posible, contar con la infraestructura adecuada para congelar y almacenar permite mantener valor y dar continuidad al negocio.
Más al norte, en las regiones de Tarapacá y Antofagasta, la conversación apunta a la proyección de nuevos flujos asociados al Plan de Acción del Corredor Bioceánico Vial, una iniciativa de integración regional que busca articular el centro-oeste de Brasil, Paraguay y el noroeste argentino con puertos chilenos del Pacífico.
Aunque se trata de una iniciativa en desarrollo, si estos flujos se materializan el Norte Grande podría requerir nuevos nodos de infraestructura de frío a escala industrial: patios reefer para contenedores, cámaras de consolidación y pre-frío cercanas a puertos y ejes viales principales, diseñados de manera modular y escalable, especialmente para recibir cargas alimentarias desde Brasil con destino a Asia y otros mercados.
En el plano internacional, la red de acuerdos de Chile incorpora mercados como Asia, Norteamérica y Europa. En el caso de la Unión Europea, el nuevo marco bilateral —a través del Acuerdo Marco Avanzado y su pilar comercial interino— actualiza y amplía el acceso preferencial para una parte importante de la canasta agroalimentaria, según SUBREI. Sumado a la creciente demanda de alimentos y frutas congeladas en otros destinos, esto refuerza la necesidad de contar con una cadena de frío robusta y flexible en Chile, capaz de responder a estándares de calidad, trazabilidad y continuidad de suministro.
Oportunidades de inversión en cadena de frío
En este contexto, las oportunidades de inversión en cadena de frío pueden agruparse, de manera muy general, en tres líneas:
- Postcosecha y fruta congelada en el centro–sur: proyectos que combinen pre-frío, cámaras, atmósfera controlada y líneas de congelado (IQF/blast) en zonas frutícolas estratégicas, agregando flexibilidad para transitar entre mercados de fresco e industrial.
- Hubs de última milla portuaria: infraestructura frigorífica y de consolidación cerca de puertos clave, con patios reefer, servicios de cross-dock y soluciones de monitoreo en tiempo real que reduzcan tiempos críticos y fortalezcan la trazabilidad frente a importadores, supermercados y plataformas de e-commerce.
- Nodos modulares en el Norte Grande: instalaciones de frío pensadas para crecer por etapas, vinculadas al desarrollo de corredores logísticos internacionales en la medida en que éstos se consoliden.
En todos los casos, el hilo conductor es similar: reducir merma, extender la vida útil y habilitar la opción de congelado cuando el mercado del fresco se vuelve más estrecho. A partir de ahí, cada proyecto definirá su combinación de ubicación, escala y tecnología según producto, destino y horizonte de inversión.
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