Internet de las Cosas, analítica, inteligencia artificial, realidad aumentada son sólo algunos de los avances tecnológicos que están dando forma a lo que los expertos ya visualizan como una revolución industrial.
Según un estudio de PWC, que encuestó a 1.155 ejecutivos de empresas manufactureras en 26 países, dos tercios de las fábricas apenas ha comenzado su camino a la transformación digital. Sólo un 10% puede considerarse como “campeón digital”, por tener un producto digital establecido y una oferta de servicios e interacción multicanal en su ecosistema de soluciones para el cliente, además de integrar con este último sus ecosistemas de operaciones, tecnología y personas.
Es que el camino hacia una industria 4.0, donde la tecnología sea el eje de una producción inteligente, parece ser largo y exigir no sólo una inversión de recursos, sino también un cambio cultural en las empresas. Sin embargo, las tendencias muestran que el futuro de las fábricas apunta en esa dirección y, de hecho, estimaciones de Research & Markets indican que el mercado global de industria 4.0 alcanzará los US$ 214 mil millones en 2023.
Hoy la apuesta está, dice el gerente general de SAS Chile, Marcelo Sukni, en poner en marcha un gran número de “fábricas inteligentes”, capaces de una mayor adaptabilidad a las necesidades y a los procesos de producción, así como a una asignación más eficaz de los recursos. Esto abre la puerta “a una nueva revolución industrial, en donde los sensores, las máquinas, las piezas de trabajo y los sistemas de TI estén conectados entre sí a lo largo de toda la cadena de valor”.
Los diferentes procesos pueden interactuar a través de Internet e, incluso, analizar datos y anticipar errores o fallos en el sistema, configurarse a sí mismos y adaptarse robots autónomos, simulación, sistemas de integración horizontales y verticales, IIoT (Internet Industrial de las Cosas), ciberseguridad, nube, realidad aumentada, Big Data, y Analytics.
Uno de los principales beneficios, dice el gerente general de Sonda, Raúl Sapunar, es la transformación operacional, es decir, la optimización de los procesos con impacto relevante en los costos, junto al time to market, que permite llegar al mercado de forma más efectiva y rápida. Además, la automatización genera mayor seguridad para los trabajadores, gracias al monitoreo remoto de los procesos industriales y al fomento del teletrabajo, por las facilidades de administración a distancia, afirma.
Así, una fábrica inteligente debe ser capaz de generar datos útiles que permitan tomar decisiones rápidamente, reducir costos y agilizar su operación, acota el ingeniero senior de Soluciones de Cisco Chile, Paulo Seguel.
Para el socio líder de Consulting para Deloitte, Jorge Rojas, las revoluciones industriales se han caracterizado por generar cambios profundos por la combinación de tecnologías de punta y conectividad, que fuerzan a un cambio en los modelos de negocio.
“No se trata sólo de ser más eficientes, sino de entender el negocio de una manera distinta”, recalca Rojas, y agrega que “la producción como proceso, pasa a ser sólo un componente del potencial de la industria, el cliente es quien está al centro y los procesos de producción, abastecimiento, planificación y distribución, entre otros, deben orquestarse para servirlo”.
Es difícil, pero no imposible. Un buen ejemplo es el de Alemania, país que, según datos del World Economic Forum (WEF), tiene el cuarto sector manufacturero más importante del mundo, con Valor Agregado de Manufactura de US$ 775 mil millones en 2016, siendo la tercera economía más compleja del mundo.
En su informe “Readiness for the future of production 2018”, el WEF señala que, con el lanzamiento de Industria 4.0 en 2011, ese país fue uno de los primeros en incrementar la digitalización y la interconexión de productos, cadenas de valor y modelos comerciales para impulsar la fabricación digital. “Alemania es ampliamente reconocido como pionero en la Cuarta Revolución Industrial y está tomando un papel de liderazgo en la construcción de estándares y normas globales para adopción internacional”, dice el WEF.
En ese informe, Chile aparece calificado entre las economías nacientes, donde se sitúan países “con una base de producción actualmente limitada y que exhiben un bajo nivel de preparación para el futuro a través de un desempeño débil en el componente de controladores de producción”. El país tiene un puntaje de 5,6 en el ítem de controladores de producción (Estados Unidos tiene el más alto, con 8,16) y de 4,18 en estructura productiva (Japón lidera este indicador, con 8,99).
Para la gerente general de IDC, Natalia Vega, esas brechas son oportunidades que deben ser abordadas en conjunto por los sectores privado y público. “La ventaja de saber cuáles son los países a la vanguardia en este tema es que ellos exhiben la experiencia que nos muestra el camino y nos posibilita recorrerlo de manera más rápida”.
Aún es largo el sendero que Chile debe transitar para llegar a un nivel mayor de avance. Para el director ejecutivo del Comité de Transformación Digital de Corfo, Rodrigo Sachs, las industrias han adoptado las TI en diferentes medidas, en procesos de back y front office, pero su inclusión a nivel productivo está en una etapa inicial.
Hacerlo, les permitiría no sólo capturar información y analizarla para tomar decisiones y anticipar riesgos, sino también generar nuevos modelos de negocios que impacten en la productividad. En este sentido, advierte, el desarrollo de Chile en este tema es todavía “muy incipiente”. Y es que, pese a los buenos índices de incorporación tecnológica, los ritmos de esta adopción no son homogéneos entre industrias y empresas, ni sus beneficios son percibidos en el corto plazo.
“Las industrias chilenas deben apuntar hacia la transformación digital, la reconversión de su capital humano y la superación de sus transformaciones locales pensadas en silos operacionales, mediante procesos liderados por los máximos directivos de la organización”, dice el gerente general de Fundación País Digital, Juan Luis Núñez.
La clave está en que esta nueva revolución industrial, además de tecnológica es cultural, y es ahí donde radica uno de los obstáculos más importantes para su desarrollo.
“La principal barrera está en la cultura tradicional de la mayoría de las empresas en Chile”, afirma Raúl Sapunar, de Sonda. “El desafío es romper estos paradigmas y considerar que la innovación es el arma fundamental para generar valor en el largo plazo a través de una organización moderna, procesos eficientes y una oferta competitiva”.
Según el gerente de Innovación y Transformación Digital de Ennovate, Fernando Benavides, Chile está en un buen pie gracias a los esfuerzos de los sectores público y privado en transformación digital. Así, las empresas están abordando este cambio con “la preparación de sus profesionales en metodologías ágiles en diversas áreas, las que permiten tener un muy buen punto de partida para el desarrollo de nuevos productos y servicios”.
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Fuente: Diario Financiero