La única compañía nacional presente en CES, el evento tecnológico más importante de Estados Unidos, relata las proyecciones del hijo pródigo entre la robótica y la educación.
Cuando Felipe Araya se reunía con los inversionistas para financiar su idea, solía decir medio en broma y medio en serio que su meta era convertirse en el primer proyecto chileno que lograra venderle robots a los japoneses.
Cuatro años más tarde Felipe Araya estaba intercambiando tarjetas de presentación con personas de todo el mundo -incluyendo Japón-, como parte de sus actividades exhibiendo en la edición 2020 de CES, el evento de tecnología más importante de Estados Unidos que año a año se realiza en la ciudad de Las Vegas.
La causa detrás de su viaje fue Sima, un robot social diseñado para ayudar con el aprendizaje de niños de kínder a tercero básico, el cual busca su internacionalización y lo hace a lo grande, sin temor a la comparación con una industria cada vez más competitiva y que en la tierra de las apuestas, ya les han tendido la mano.
Felipe Araya es un Ingeniero Mecánico oriundo de Venezuela, pero que forjó su destino en Chile luego de realizar una Maestría en Negocios en la Universidad Católica. Junto a Virginia Días, -educadora, socia en el proyecto y su esposa- dieron forma al Sistema Interactivo Modular Antropomorfo: Sima.
“En enero de 2016 armé el primer prototipo, inspirado en mi afición por armarle robots a mi hijo”, cuenta Araya desde Las Vegas. Uno de estos modelos incorporaba un smartphone como base para darle vida a un personaje cuyo cuerpo era de plástico, pero su cerebro era controlado por una aplicación. Así es como nació la idea de crear a Sima como algo más que un juguete, sino que como un robot social.
“Nos basamos en paper de la Universidad de Tokio sobre el uso de robots en escuelas, postulamos a Start-Up Chile y en agosto de 2016 comenzamos a trabajar en un proyecto que en ese momento, era una locura”, dice Araya.
Y a pesar de que su apariencia es bastante simple y amigable, detrás de Sima hay una serie de tecnologías revolucionarias que convergieron en su creación: Su cuerpo está hecho a través de impresiones 3D, utiliza una inteligencia artificial diseñada en conjunto con IBM e incluso utilizaron plataformas de crowdfunding como Kickstarter para poder producir y vender la primera versión comercial de Sima en 2018.
Pero, ¿qué es lo que hace Sima? Es por definición un robot social, es decir, está creado para conversar e interactuar con las personas a través de diferentes maneras. Se puede usar la voz para conversar, pedir que nos cuente un chiste, y hacernos preguntas, las que podemos responder con palabras o bien, mostrándole imágenes las cuales puede reconocer a través de su cámara.
Su cuerpo motorizado puede hacerlo saludar o bailar dependiendo de sus reacciones, y la aplicación que le da vida incluso puede hacer que Sima reaccione con alegría o tristeza dependiendo de lo que se dice. Pero detrás de todo esto, Sima tiene un objetivo: lograr que niños y niñas aprendan y se interesen desde pequeños por la programación, las matemáticas y el pensamiento lógico, algo que de formas tradicionales puede ser muy difícil. Hoy está presente en 30 colegios que utilizan a Sima y adaptan sus contenidos para sus planes de estudio.
Durante 2019 trabajaron en la versión en inglés de Sima, adaptando sus contenidos y su lenguaje. En noviembre, esta versión ya estaba operativa y se convirtió en la puerta de entrada para la internacionalización de Sima. Y allí también es cuando surgió, a pocas semanas del inicio de la feria, la oportunidad de presentar en CES.
“La verdad fue todo muy rápido, un par de intercambios por correo y la organización dijo que les encantaría contar con la presencia del pequeño robot en la feria, tienen que estar porque es parte de lo que se viene”, explica Araya.
“La recepción ha sido increíble. Hemos tenido interesados para distribuir nuestro proyecto en Japón, Corea, China, India, países muy avanzados en robótica y a uno se le hincha el pecho”, cuenta él. Ahora, el plan de la compañía es convertir a Sima en un acompañante para aprender inglés, que es lo que más les han pedido desde países asiáticos.
Esto, junto a una nueva versión del robot que puede fabricarse con plástico y en masa, además de la constante posibilidad de actualizar su contenido, tienen a Felipe Araya, Virginia Días y al resto del equipo esperanzados en que el sueño de venderle robots a los japoneses esté más cerca de lo que alguna vez pensaron.
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Fuente: La Tercera