Hoy, en medio de la crisis provocada por la aparición del Covid-19, hemos visto como las grandes economías del mundo cierran sus fronteras con el fin de combatir la pandemia. Sin embargo, esto no ha significado que el comercio mundial cese sus actividades, especialmente cuando hablamos de alimentos.
Según la FAO, para el año 2050 la población mundial alcanzará una cifra cercana a los 9,7 billones de habitantes y dos tercios de ellos vivirán en las grandes urbes. Durante y después de la crisis, la población seguirá necesitando mayor producción de alimentos y mejores rendimientos que aseguren una provisión a todo el mundo.
Chile es un gran país para el desarrollo de la agricultura (a pesar del cambio climático que estamos experimentando). Contamos con un mercado capaz de auto-abastecerse, dados los diversos climas, la “isla fitosanitaria” que nuestra geografía facilita y la variedad de alimentos que se producen localmente.
Esta pandemia ha logrado cambiar los hábitos de consumo de todo el mundo. En Chile, asegurar la cadena de abastecimiento ha sido una de las prioridades del Gobierno y del Ministerio de Agricultura. Incluso durante estos últimos días, en un contexto de cuarentena, hemos visto que la provisión de alimentos en Chile no ha sido un problema: el sector está preparado para seguir operando bajo condiciones de cuidado extremo de sus trabajadores y garantizar la inocuidad de los productos, manteniendo así el completo abastecimiento de las cadenas alimentarias.
Se dice que toda gran crisis trae consigo oportunidades para desarrollar y reinventar el negocio, y la actual no es la excepción.
El lanzamiento de nuevos productos que fortalezcan el sistema inmune se ha vuelto el futuro de los alimentos. En ese sentido, los ingredientes funcionales cobran una real importancia para enriquecer y fortificar los alimentos. Como ejemplo, tenemos el maqui chileno que actualmente es muy utilizado como ingrediente para diversas preparaciones y aplicaciones, gracias a su alto valor ORAC (capacidad de absorción de radicales de oxígeno), al igual que la murtilla y el calafate.
Así también se ha desarrollado el uso de proteínas vegetales como el lupino, la quínoa, chía y cereales como la avena, sin dejar de lado los productos con ácidos grasos omega3 (tanto animal como vegetal) para el mantenimiento de la salud cardiovascular y cerebral.
De igual forma, cabe destacar el futuro que tiene la tercera oleada de proteínas alternativas, donde veremos las microproteínas y las proteínas en base a insectos jugar un rol principal en la eficiencia de producción.
La tecnología ya se ha tomado la logística de la distribución, y los alimentos no son excepción. Como ejemplo, tenemos al gigante colombiano Rappi, que logró levantar US$1.000 millones este año a través de fondos de inversión. Chile no se queda atrás: Cornershop, la plataforma digital que permite hacer compras en supermercados y diversos locales desde casa, ha sido una de las apps más utilizadas durante esta cuarentena.
Desde negocios con ventas pequeñas hasta los más grandes han recurrido con éxito a la venta online para seguir operando y distribuyendo a sus clientes.
Junto al e-commerce, se aprecia un importante crecimiento de las ventas directas desde productor a consumidor final, saltando a los intermediarios que -muchas veces- retrasan los plazos de entrega y encarecen los productos. Los productores más pequeños han optado de manera especial por la venta directa a través del canal online, ya sea vía páginas web o incluso coordinando y ofreciendo entrega vía whatsapp. Para ello, las redes sociales -y el boca a boca- han jugado un rol muy importante.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) también establece que para 2028, un cuarto de las exportaciones totales agrícolas serán procedentes de la región latinoamericana y Caribe. Chile posee tratados de libre comercio con alrededor de 86% del PIB mundial y cuenta con el ecosistema ideal para el desarrollo de nuevos negocios, NPD (new product development) y NDL (new product launch), lo que hace que nuestro país tenga credenciales de sobra como exportador experimentado en proveer alimentos de calidad alrededor del mundo.
Paralelamente a los esfuerzos por seguir operando, las empresas han comenzado a hacer aportes sociales en pro del combate contra el Covid-19. Un ejemplo destacado es el de la marca Stella Artois, perteneciente al gigante Ab InBev, que está fabricando alcohol gel con el material de descarte de las cervezas sin alcohol, para donarlo a la población en necesidad. El BID ha denominado a este fenómeno “Fertilización Cruzada de Industrias”, es decir empresas que han salido de su core de producción para fabricar productos que ayuden a la población. De igual manera, otras compañías se encuentran ayudando a ONGs con productos al costo para las comunidades de alto riesgo.
Es claro que vivimos una crisis económica y humanitaria mundial sin precedentes. Pero, incluso en estos tiempos agitados, podemos ver -con cautela y calma- las oportunidades derivadas de la contigencia. El mercado interno de Latinoamerica tiene una tasa de autosuficiencia de 117%, es decir, producimos más de lo que necesitamos. Para el caso específico de Chile, es de un 122% de suficiencia del suministro medio de energía alimentaria (promedio 2014-2016). Nuestro país cumple con todas la medidas fitosanitarias y de seguridad para seguir abasteciendo el mercado interno, además del mercado regional y el mundo. El llamado es a seguir innovando y a reinventarse en estos tiempos de incertidumbre. La industria de alimentos ha sido y será unos de los motores de empleo e ingresos en Chile, y en InvestChile seguiremos trabajando para que así sea.
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Sobre el autor: Cristián Sagal es el ejecutivo de Promoción de Inversiones a cargo del sector de Alimentos en InvestChile.