Leonardo y Francia comenzaron a experimentar en el laboratorio desde la universidad, gestando una idea para la industria alimenticia global. Hoy, venden sus desarrollos a multinacionales de todo el mundo y proyectan facturar US$3 millones este año.
Por lo general un pan de molde comienza a pudrirse en siete días. Protera logró aumentar esta cantidad a un mes mediante biología e inteligencia artificial. Este es sólo uno de los logros de esta startup chilena que, a pesar de tener su headquarters y laboratorio en un moderno edificio de Santiago de Chile, el 53% de sus clientes están en EEUU y el 43% en Europa. No tienen ninguno en el país.
El éxito de la mixtura entre científicos e informáticos ya la hemos visto en otras startup criollas como NotCo. Pero los clientes de Protera no son el consumidor final. Es una empresa de biología sintética (que es la siguiente generación de la biotecnología) especializada en diseño de proteínas. No las que se consumen en masa como la carne, sino proteínas muy específicas denominadas “funcionales”. Por ejemplo, una que es capaz de matar a los hongos de ciertos alimentos, extendiéndoles la vida media (como el pan de molde) o modificar la textura y sabor de un alimento.
“Existen alternativas más químicas, pero los consumidores modernos ya no quieren etiquetados que suenen muy químicos. Ahora, lo fuerte es el clean label. Por ejemplo, que en vez de ácido ascético, diga simplemente: extracto de vinagre”, explica Leonardo Álvarez (27), CEO y cofundador de Protera.
Uno de los grandes dolores de la industria alimenticia ha sido simplificar el etiquetado de sus productos, especialmente con los aditivos funcionales, como los colorantes y perseverantes. La ventaja de las proteínas es que provienen de compuestos naturales. “Nosotros desarrollamos una plataforma basada en Inteligencia Artificial, que se llama MADI, que es capaz de identificar en fuentes naturales qué proteínas específicas puede cumplir una función que estamos buscando”, aclara Leonardo.
Desde el computador pasan el desarrollo al laboratorio, extrayendo la fuente natural. La testean y luego la producen, logrando una proteína que se puede etiquetar. “Lo que antes se hacía en tres años de la manera convencional, nosotros logramos reducirlo a algunas semanas para pasarlo al laboratorio y en seis meses está listo. La fiabilidad del algoritmo antes de que entre al laboratorio es de un 83%, por eso que la inversión en desarrollo es baja y los costos también”, indica Francia Navarrete (25), COO y cofundadora de Protera, y agrega: “Nuestro modelo de negocio está basado en el codesarrollo con grandes compañías y ya estamos construyendo dos proyectos internos para venderlos como productos para la industria”.
El modelo actual de Protera surgió en el 2011, en las aulas de la Universidad Andrés Bello. En la Facultad de Ciencias Biológicas, Leonardo conoció a Daniel Almonacid, famoso científico que venía llegando de un postdoctorado en la Universidad de California en San Francisco (UCSF) y venía con todo el entusiasmo de aplicar los algoritmos a la biología. “Fue mi mentor e inspirador en bioinformática. Pero sobre todo porque él creía que en Chile había que cambiar la mentalidad hacia una economía del conocimiento. Ese fue mi empuje para empezar mi primer emprendimiento”, reconoce.
Dicho y hecho. Entre el 2012 y el 2013 este estudiante armó su primera empresa y se ganó el fondo más básico de Start-Up Chile y un “Aplica tu Idea” (Fundación Copec-UC). La idea era producir biocompuestos con bacterias provenientes de la Antártica. Pero al poco tiempo fracasó. “Nos enfocamos mucho en el laboratorio y no salimos a conocer al cliente”, recuerda Leonardo.
En 2014, Leonardo conoció a Francia, quien iba un año más abajo en la misma carrera. Ya tenían claro que la industria tenía la necesidad de mejorar sus alimentos en base a proteínas y se pusieron a trabajar en una plataforma informática que diseñara la solución en problemas reales. “Teníamos claro que no había que cometer el mismo error que con la anterior startup, así que yo empecé a prepararme muy fuerte en los temas económicos para trabajar activamente en la estrategia comercial, el desarrollo del negocio y la parte financiera”, indica Francia.
Diseñaron el modelo de negocios en una servilleta y se ganaron rápidamente un fondo de Corfo para empezar. “Nos dijeron que estábamos locos, que necesitaríamos mucho más para los laboratorios y la tecnología”, dice orgulloso Leonardo. Con esos recursos salieron de la universidad y arrendaron un espacio en Santiago LabSpace. Un conocido los ayudó a armar una nota de prensa que se publicó en un medio nacional. Sorprendentemente, al otro día llegaron tres inversionistas ángeles chilenos con US$80 mil encima de la mesa. “Ellos nos convencieron que participáramos de un pitch competition de Microsoft en Silicon Valley (2016). Paralelamente se ganaron la segunda fase del Scale de Corfo (US$100.000) y al mismo tiempo seguían desarrollando a toda máquina la plataforma MADI.
Llegaron a la final de la competencia, pero no ganaron. Sin embargo, uno de los jurados, era un alto ejecutivo de IndieBio, una de las aceleradoras biotecnológicas más importantes de California. Los invitó a su oficina para el día siguiente. Al más puro estilo norteamericano les ofreció invertir en su startup y puso sus laboratorios a su total disposición. “No la conocíamos. La googleamos en internet en la noche y aceptamos la invitación. Llevábamos cinco días en San Francisco y esta aceleradora nos ofreció US$250.000 y ocupar sus laboratorios por cuatro meses”, cuenta Leonardo. Se quedaron ocho meses en La Meca de la tecnología mundial.
Gracias a esa experiencia llegó un primer gran cliente, la multinacional coreana Doosan. Llegaron más inversionistas y a fines del 2017 habían logrado levantar US$1,7 millones de inversionistas de Italia, Corea, EEUU y Chile.
Pero a pesar de que el negocio estaba fuera de las fronteras, siguieron con su cuartel general y su laboratorio en Chile, aunque tienen una oficina comercial en EEUU. “Creemos que en Chile hay un tremendo potencial. La producción científica entre un chileno y un especialista que está en el MIT es prácticamente la misma”, dice Leonardo casi como una declaración de principios.
El 2018 lograron facturar US$1 millón y este año proyectan US$3 millones gracias a cuatro grandes proyectos. Además, van por más rondas de inversión. “Primero queremos lograr una ronda bridge de US$500.000 que nos permita abordar el costo de patentes para unos productos que vamos a vender directamente (B2B), para pasar a una Ronda A el segundo trimestre del 2020, donde esperamos levantar entre US$5 millones y US$7 millones”, estima Francia.
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Fuente: Pulso