Como capital de la astronomía, la apuesta es darles valor agregado al cúmulo de información astronómica que hoy se encuentra dispersa por el mundo y a los algoritmos que se utilizaron para obtenerla.
Además de ser reconocido a nivel mundial por su minería metálica y no metálica, Chile también podría ser uno de los líderes en minería de datos.
La clave está en el gran volumen de información astronómica que están produciendo los observatorios que operan en el país y que se espera se multiplique exponencialmente con la puesta en servicio de los telescopios LSST, GMT y EELT durante la próxima década.
"Chile está posicionado casi en forma exclusiva para aprovechar ese crecimiento de los datos astronómicos", asegura el astrónomo estadounidense Chris Smith, quien durante años fue director de los observatorios de AURA en Chile (Tololo y Gemini) y ahora se desempeña en un alto cargo de la National Science Foundation.
Hasta ahora ese volumen de información producida ha sido subutilizada, ya que para acceder a ella hay que recurrir a bases de datos específicas que no siempre son de fácil manejo.
Sin embargo, desde el año 2017 el Ministerio de Economía, a través de su área Economía del Futuro, con el apoyo preliminar del Observatorio Europeo Austral (ESO), ALMA y Amazon Web Services, ha estado impulsando una iniciativa para darle a ese cúmulo de información un uso más masivo y también sumarle valor agregado. Se trata de la Fundación Observatorio de Datos o Data Observatory, como se la conoce internacionalmente.
Abierto a todos
El proyecto se basa en el concepto de open data , es decir que ciertos datos estén disponibles libremente para todo el mundo, sin restricciones de derecho de autor o patentes.
En este caso, la idea es crear una especie de gran base de datos disponible a través de la web que centralice la información de dominio público de los distintos observatorios astronómicos.
El plus de la iniciativa es que la base de datos no solo incluirá la información astronómica propiamente tal, que primariamente será aprovechada por los investigadores del área para relacionar datos, sino que además los algoritmos o instrucciones operativas que fueron necesarias para conseguir tales datos o para monitorear los instrumentos empleados.
"Los datos astronómicos son una parte de la manzana, pero es fundamental el algoritmo, en particular la inteligencia artificial, que tiene la capacidad de establecer relaciones a partir de datos difíciles de mirar en forma simple por su gran cantidad", dice el astrónomo italiano Massimo Tarenghi, a quien, como representante de ESO en Chile, le tocó impulsar el proyecto desde sus inicios.
Y la clave de los algoritmos es que son instrucciones que se pueden extrapolar a campos distintos para el que fueron creados originalmente.
Por ejemplo, los astrónomos buscan determinados objetos (como supernovas, estrellas variables, planetas extrasolares, materia oscura), pero no son fenómenos que se pueden observar en forma permanente, sino casi casualmente, y por ello deben desarrollar técnicas que permiten encontrarlos con rapidez, eficiencia y precisión.
Pero este mismo procedimiento también puede servir para detectar un tumor cancerígeno, una especie amenazada oculta en un bosque o caracterizar un cliente de un supermercado, por ejemplo.
Justamente uno de los mandatos del Data Observatory es identificar set de datos relevantes y conectar a la academia con la industria.
Para rastrear posibilidades de negocios, los responsables de la plataforma reunieron durante dos días a astrónomos y representantes de distintas industrias y tecnologías que compartieron su experiencia para encontrar puntos en común.
"El Data Observatory es un caso concreto de transferencia entre la ciencia y la industria, y creemos que este proyecto va a favorecer enormemente tanto a la ciencia nacional como al desarrollo tecnológico, para así lograr nuestro objetivo de insertarnos en la Cuarta Revolución Industrial", destacó el ministro de Economía, José Ramón Valente.
Para saber más sobre innovación tecnológica en Chile, revisa el siguiente artículo.
Fuente: El Mercurio